comenzó su ministerio en Éfeso preguntándole a algunos creyentes profesantes si en realidad conocían al Espíritu Santo (Hechos 19:1–7). Podríamos preguntarle a creyentes profesantes hoy en día si recibieron el Espíritu Santo cuando creyeron. Si la respuesta es no, entonces no son salvos. “Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9). A menos que se tenga el testimonio del Espíritu (Romanos 8:15–16), no se puede hacer uso de sus riquezas. La esfera de nuestras bendiciones:
Pages 7–8